Ayer, luego de una rutina de ejercicios esmerada, salí de casa rumbo al centro de idiomas... había faltado el día anterior y no tenía ganas de tirar por la borda todo lo que estaba construyendo. La maldita enamorada había faltado los dos días anteriores a los que el los había hecho y tuvo como magnífica venganza no comunicarse para contar lo que pasaba por allí. Cierto es que tampoco el lo hizo, pero acaso es malo olvidarse de las cosas?
Era viernes y era momento de detenerse, de dejar de buscarle sin sentidos a la vida, de entrar al salón de clases y poner cara de que no sucede nada. El se había enterado que en la noche habría un recital de música fusión en el C.C. España y, como es fin de semana, no cae mal un instante de relajo acompañado por nuevos sonidos y por un abrazo cálido.
Dicho y hecho, entro al salón de clases a golpe de las seis de la tarde. Para su suerte, el insoportable profesor había abandonado el salón por unos instantes y el invadido éste a efecto de centella. Allí estaba ella con su vestidito verde agua y su talante de malgeniada, de resentida... No había lugar a su lado así que tendría que esperar hasta al final de clase para conversar con ella, sí es que se dignaba a esperar y no salir huyendo del lugar.
Este mismo día coincidió con algunas exposiciones versadas en una película de sus preferencia. La novedad de la tarde la daría Andreita con su entretenida exposición de Zona de Miedo, luego de ella desfilarían una sarta de inútiles, que no sirven para ejercitar su capacidad intelectual, y casi al final saldría al frente Ella.
Su exposición fue un fiasco de principio a fin, esta situación ya se había hecho habito; el le había repetido cientos de veces que no tuviera miedo de expresar lo que sabe, que simplemente se deje llevar; pero su reticencia puede más que su paciencia.