Ross

No se que está pasando. Ya de por sí mis días eran un albur; contigo lo son más. No perdí la cabeza -en ningún momento- mantengo lo que soy, aquello en lo que pienso y qué es lo que busco a pesar de no saber qué es lo que pasará conmigo el día de mañana. Siempre estoy intentando que no te acostumbres a la idea que permaneceremos cerca y que tus sueños permanezcan siendo abstracciones del futuro inútil.

Hagamos algo práctico, bella Ross: evitemos embriagarnos del sentimiento compartido, apartemos nuestras manos un instante y recorramos esos senderos imaginarios que estamos tejiendo cuando enfrentamos las pupilas, cuando respiramos el mismo aire. No seré yo quien juzgue cómo quieres ver lo que pienso, lo que soy y cómo actúo. No me juzgues por ser un hombre sin Dios. No me juzgues por no respetar héroes inútiles. Sólo proveele a mis sentidos lo que no pueden tus palabras.

Déjame la impresión de haber cumplido cuando no esté y si no lo hice volteame la cara con la sucesión de tus gritos. Te das cuenta por qué no quiero retratos, yo regalo momentos que se instalan en el alma algo que el papel no soporta y que el tiempo no toma en cuenta