Un grato encuentro con un viejo musulmán

S. me propuso -es un decir- , me coaccionó para que accediera a conocer su "dulce hogar", frase que no es otra cosa que una rebanada de estupidez.Y yo, todo babosón accedí. La  verdad es que yo no quería ganarme broncas por tonterías y menos quedar mal ante un musulmán.
S. me llamó al celular para avisarme a qué hora iba a estar su padre en casa. Lo extraño era que en cuestiones de espera soy insoportable, pero esta vez hice la excepción. Sabía en el fondo que el viejo no era un asesino, al menos pinta de fundamentalista no tenía, al menos no cuando vi la foto que ella portaba en su celular y la cual me mostró "con todo el amor del mundo".
Caí la tarde, era verano aquel día o así parecía. Sentado en el parque frente a su casa como si fuera un extraño... al fin el viejo se digno a llegar en un 4x4. Definitivamente no podía ser otro. Se veía tan distinto a la foto que me mostró S. tenía un parecido a Yehude Simon. Poco después S. timbró denuevo a mi celular, sabía que era ella; además sabía que en el fondo organizaba toda esa patraña para que yo quedara como el mejor enamorado del mundo, pero como dicen nunca hay yerno bueno.Sin embargo, fue todo lo contrario: Departimos algo así como un Baylis, intercambiamos información. Y dentro de ésta el ponía a prueba mi inteligencia constantemente; quería sorprenderme con asuntos de política exterior, cultura y un poco de actualidad. Hasta que decidí dar rienda suelta a mi descortesía y le dije que no estaba de humor para exámenes de admisión, tomando en cuenta que su hija no es la erudita que uno pueda anhelar, con que sirva sobre las sábanas es suficiente. El viejo asintió y lanzó una caracajada y seguidamente me dio toda la razón.
Retomé aliento y le hable de mis supuestas intenciones. Sobre todo puese en claro que era muy promisorio para hablar de intensiones, mejor era que el tiempo se pronuncie en extensión. Déjeme hacer las cosas según me parezcan, ante todo soy un hereje -le dije. El viejo no hacía más que mirarme, como aterido, directo a los ojos. Y todo muy polite para él y tremendamente gratificante para mí... en realidad no es que no sea  musulmán, sino que quiere que su hija viva.
"Las mujeres pueden utilizar sus mamas para hacer callar a los nenes y, cuando grandes, los hombres podemos hacer uso de estos para placeres más descomunales".

Una enamorada y su padre musulmán

Jamás pensé conocer o intercambiar puntos de vista con un musulmán. No se por qué, pero desde hace mucho tengo la idea de que ellos solo sabían lanzar granadas, sostener un AKM o defender su postura fundamentalista En suma llevar una vida al margen de la tolerancia y evitar poner las barbas en remojo, auqnue sea por segundos.
Ahora pienso diferente, auqnue todavía guardo conmigo cierto recelo. Él, el padre de mi enamorada: el musulman, parece un tipo apacible, respetuoso de mis ideas y de mi posición herética ante la vida. Nos hemos reunido en tres oportunidades.
Antes de tener el primer contacto, me sumergí en la Internet a fin de averiguar todo lo posible en cuanto a qué significaba ser musulmán ante los ojos de los demás y ante su propia mirada. No tarde en hallar abundante información acerca del tema: desde aberraciones hasta sectarismo. Incluso llegue a leer EL Corán y a partir de esa experiencia he intentado ponerme bajos sus carnes, bajo sus prejuicios y bajo su moralidad. Puedo resumir mi grata experiencia diciendo que la verticalidad en el tratamiento favorece integramente a los hombres... que placentera vida que llevan estos compadres.

También odio a las que fuman para hacerse ver

No hace mucho advertí que el sentido de meterse sustancias al organismo no tiene efecto placentero en mí. Cuando cruzo una acera y por mi lado se cruza un repudiable fumeque con un pucho en la mano; me entran unas ganas de arrancarle la boca con la mano.

Hay una profesión al cigarrillo, una que se ha sembrado de cuando uno es adolescente. Fumar un pucho es rebeldía para todos los que tienen una cabeza de dimensiones espectaculares para el minúsculo cerebro al que albergan.

Fumar un pucho es distinto a meterse sustancia más tóxicas, meterse un falso es diferente. Un pucho se mete cualquiera, un falso se mete el que tiene un poco más de plata y unas ganas más intensas de acelerar su vida o adelantar su caída, su deceso.

Los fumeques de 30 centavos son distintos de los de 30 peniques. Los primeros no saben lo que es un cigarro; los segundos sí. Los primeros saben que se joden los pulmones, los segundos también. Los primeros no tienen plata para un transaplante, mientras los segundos tienen más posibilidades de practicarse uno.
Paso por alto a los fumeques baratos y a los de un nivel más alto, también. Con tal de que no se crucen por mi camino. Odio a las pendejas que fuman para hacerse ver. Se hacen ver y se cagan la vida.

Hay personas que a uno no le simpatizan asi se le pagara para que sean aceptadas. Una de esas personas se es Mariella... esta nena es insoportable, es una de esas pendejas que fuma para hacerse ver. Posa su enorme trasero en las banquetas de la Javier Prado, enciende un cigarrillo e inicia su rito, bocanada tras bocanada, inhala el humo y se queda con un porcentaje en lengua y exhala el resto, se hace notar. Es una de esas personas a la que la vida no le ha proveído de suficientes experiencias con el sexo opuesto. Pero ella, ilusa, cree que va a encontrar alguién con esa actitud... es la paranoia en persona..
Las mujeres también odian a este tipo de pendejas. Unas creen que tienen voz de camionero, otras aceptan que son unas pendejas que lo hacen, pero no se dejan ver; y tantas otras aceptan que no saben prender uno y que las hace ver mayores.

Una loca desnuda

Es bueno estar perdido de vez en cuando. Permanecer en estado de somnolencia o alguna especie de hemiplejia, es así: Ayer mientras retornaba a casa abordo de un bus, ocurrió una situación ante la que creí estra preparado, pero es imposible estarlo en un país ensombrecido por el vicio del 'recato'.
Posaba una mujer cuarentona de pelos leoninos en uno de los asientos del bus. Y digo posaba porque prácticamente cualquiera de los ocupantes se podía convertir en una especie de fotógrafo de ocasión ante mágnifico evento. Esta situación pasaría desapercibida de no ser porque la 'señora' tenía unos senos descomunales; unos para la que no me alcanza el recuerdo, o sea, la memoria. 
Aquella 'señorona' mostraba sus senos desnudos con un descote impresionante, unos senos ante los cuales todo aquél que abordara 'mi bus' se sentiría abrumado. Bastaba observarles la cara de sorpresa a cada uno: viejos de mirada aterida y en expresión de interrogante eterna y jóvenes, un poco menos evidentes, pero igualmente deseosos de observar el evento.
Ella, seguía allí, sentada. Sabía que todos le miraban los senos desnudos -parecía una loca-. Ella, a la que le importaba muy poco que le miraran los senos, mantenía una conversación demasido coqueta no se sabía con quién, pero más que con palabras era con caracajadas. Si no era una ruca, no era de estos lares: mostraba todo el desparpajo que le daba la vida. Más que sus senos era su facha, parecía un loca , una loca caída desnuda.