También odio a las que fuman para hacerse ver

No hace mucho advertí que el sentido de meterse sustancias al organismo no tiene efecto placentero en mí. Cuando cruzo una acera y por mi lado se cruza un repudiable fumeque con un pucho en la mano; me entran unas ganas de arrancarle la boca con la mano.

Hay una profesión al cigarrillo, una que se ha sembrado de cuando uno es adolescente. Fumar un pucho es rebeldía para todos los que tienen una cabeza de dimensiones espectaculares para el minúsculo cerebro al que albergan.

Fumar un pucho es distinto a meterse sustancia más tóxicas, meterse un falso es diferente. Un pucho se mete cualquiera, un falso se mete el que tiene un poco más de plata y unas ganas más intensas de acelerar su vida o adelantar su caída, su deceso.

Los fumeques de 30 centavos son distintos de los de 30 peniques. Los primeros no saben lo que es un cigarro; los segundos sí. Los primeros saben que se joden los pulmones, los segundos también. Los primeros no tienen plata para un transaplante, mientras los segundos tienen más posibilidades de practicarse uno.
Paso por alto a los fumeques baratos y a los de un nivel más alto, también. Con tal de que no se crucen por mi camino. Odio a las pendejas que fuman para hacerse ver. Se hacen ver y se cagan la vida.

Hay personas que a uno no le simpatizan asi se le pagara para que sean aceptadas. Una de esas personas se es Mariella... esta nena es insoportable, es una de esas pendejas que fuma para hacerse ver. Posa su enorme trasero en las banquetas de la Javier Prado, enciende un cigarrillo e inicia su rito, bocanada tras bocanada, inhala el humo y se queda con un porcentaje en lengua y exhala el resto, se hace notar. Es una de esas personas a la que la vida no le ha proveído de suficientes experiencias con el sexo opuesto. Pero ella, ilusa, cree que va a encontrar alguién con esa actitud... es la paranoia en persona..
Las mujeres también odian a este tipo de pendejas. Unas creen que tienen voz de camionero, otras aceptan que son unas pendejas que lo hacen, pero no se dejan ver; y tantas otras aceptan que no saben prender uno y que las hace ver mayores.