Sentimientos aparte

Ayer, luego de una rutina de ejercicios esmerada, salí de casa rumbo al centro de idiomas... había faltado el día anterior y no tenía ganas de tirar por la borda todo lo que estaba construyendo. La maldita enamorada había faltado los dos días anteriores a los que el los había hecho y tuvo como magnífica venganza no comunicarse para contar lo que pasaba por allí. Cierto es que tampoco el lo hizo, pero acaso es malo olvidarse de las cosas?
Era viernes y era momento de detenerse, de dejar de buscarle sin sentidos a la vida, de entrar al salón de clases y poner cara de que no sucede nada. El se había enterado que en la noche habría un recital de música fusión en el C.C. España y, como es fin de semana, no cae mal un instante de relajo acompañado por nuevos sonidos y por un abrazo cálido.
Dicho y hecho, entro al salón de clases a golpe de las seis de la tarde. Para su suerte, el insoportable profesor había abandonado el salón por unos instantes y el invadido éste a efecto de centella. Allí estaba ella con su vestidito verde agua y su talante de malgeniada, de resentida... No había lugar a su lado así que tendría que esperar hasta al final de clase para conversar con ella, sí es que se dignaba a esperar y no salir huyendo del lugar.
Este mismo día coincidió con algunas exposiciones versadas en una película de sus preferencia. La novedad de la tarde la daría Andreita con su entretenida exposición de Zona de Miedo, luego de ella desfilarían una sarta de inútiles, que no sirven para ejercitar su capacidad intelectual, y casi al final saldría al frente Ella.
Su exposición fue un fiasco de principio a fin, esta situación ya se había hecho habito; el le había repetido cientos de veces que no tuviera miedo de expresar lo que sabe, que simplemente se deje llevar; pero su reticencia puede más que su paciencia.

La experiencia de la inasibilidad

A lo largo de la vida, hasta entonces, se pasan por diversas experiencias. Unas, más reconfortantes que otras. Se ha recorrido por diversos caminos; se ha conocido distintas personas. Sin embargo, nunca pretender quedarte prendido de alguna. Se ha preferido seguir el rumbo, mantener la mirada al frente, despedirse de lo que se ha podido, renunciar tantas veces. Mantener el sobre orgullo, alimentar las victorias y abandonar los fracasos, mantenerme el exceso, despreciar lo absceso, sobrellevar los recuerdos. Y siempre quedarse con lo útil, así se intenta continuar....

Zoé

La bruma se había extendido por toda la costa. Si alguien estaba alegre no había duda que era Zoé; cómo le gustaba mostrar sus diminutos dientes cada vez que podía, siempre lo hacía con una discreción que parecía engaño.
Miré el reloj cuando daban las seis. Sí, las seis de la tarde cuando de pronto cayó la bruma; cosa que parecía imposible pues aquí hay suficiente sol para cada mes del año y cada mes es más ardiente que el anterior. Caía la bruma y con ella la seriedad de Zoé. Era como si el mal tiempo la hubiese envejecido con el correr del viento y el desfilar de las nubes como si se tratase de una película y su vida un pedazo de secuencia con efecto time lapse. Vertiginoso tiempo el que había pasado en tan pocos segundos, solo recodábamos no haber traído los abrigos ¿quién se acuerda de tomar un par de suéter cuando el sol brilla?
Zoé me suena a Italia, más bien a Francia. Corrían los 90's y lo hacían a paso de novela; ella viajó a nuestras tierras para hacernos saber que existía, que por alguna razón poco conocida nos conoceríamos y que más allá de un nombre sería una especie de presencia intermedia entre dos costumbres opuestas.
Zoé vino para que el hermano único de un desconocido la amara con frenesí, mientras ella haría el intento por corresponderle, pero cada intento resultaría más inútil que el anterior.
Zoé amaba al hermano de ese hermano único por razones que el cuerpo ni la mente controlan solo porque sí, porque llegó en el momento en que las mujeres se ponen sentimentales; casi, casi una cuestión inevitable e incontrolable.