S. es una hipótesis

Acabo de regresar de la vida real... y resuena en mis oídos su silencio: hoy no me fue bien.
De súbito, ayer cuando estaba sobre mi cama, pensando -para llamarlo de alguna manera- una cantidad increíble de interrogantes cruzaban por mi mente... y es que esto es así. Muchas veces uno vive de las posibilidades, unas son tomadas y otras no. Yo tomé una hace no mucho tiempo.
S. era una de esas chicas pelotudas, sosas, lerdas, pero muy ambiciosa. Desde que llegço a mi encvuentro, o yo al suyo, siempre la odié. Le miraba a los ojos, a fin de tratar de encontrale bueno, pero era imposible. Si bien tenía una increíble facilidad para hablar en términos que estaban prohibidos y lo hacía con toda la reticencia posible y yo no sé por qué avanza.
Mis veinte años no bastan para odiarla. A pesar de eso decidí acercarme. Fue una tarde en la que el sol jodía demasiado y el viento jugaba su papel inútil. La clase confabuló para que cruzaramos palabras y yo llené su vida de pos-its. Pienso en las múltiples que cosas que hubieran pasado si esa tarde no hubiera articulado -siempre brillante; piensa en otras tantas cosas y no encuentro explicación: las cosas por algo suceden.
Ahora estoy con ella -estar es una convención-, Es mejor decir estoy esperando ese gran momento en el cual los hombres se aligeran y las mujeres no hacen otra cosa que atinar a morder algo o asloar el silencio. Me la voy a coger y lo que ahora es una hipótesis va hacer una verdad irrefutable. Mientras sea lo tonta que es yo voy a seguir un paso adelante, pues no la amo. Y ella lo sabe.
Sé también que ella es de las que les gusta probar sustancias, de las que coleccionan riesgos y de las que siempre terminan sufriendo. Menos mal que ya estoy curado de esas situaciones anómalas. La situación seguirá siendo perfecta si ella continúa con su pose amorosa y yo con mi talante fingido. Soy muy estable sentimentalmente como para darle demasiada importancia a una relación que se que no se mantendrá en el tiempo, es que no puedo amar con mis veinte años, cuando mis diez dedos no me lo permiten.